De manera global se puede hablar de una crisis en la educación, cuya naturaleza tiene que ver esencialmente con un desfase o disparidad ante los cambios de la época. Los sistemas educativos no han evolucionado con la misma rapidez con que se han desarrollado los diversos cambios tanto científicos y tecnológicos, como políticos y económicos, que han afectado las estructuras sociales.
Así lo advierte Coombs (1971, p.10) al señalar que "aunque los sistemas educativos se han desarrollado y modificado también más rápidamente que nunca, no lo han hecho, sin embargo, con la debida celeridad, adaptándose con demasiada lentitud al rápido compás de los acontecimientos a los que se hallan circunscritos".
De esta manera, dicha disparidad resulta ser el principal rasgo de la crisis mundial de la educación. De entre las posibles causas Coombs (1971, pp.240-242) destaca cuatro:
1. El fuerte incremento de las aspiraciones populares en materia educativa.
2. La aguda escasez de recursos.
3. La inercia inherente a los sistemas de educación.
4. La inercia de la sociedad misma (la tradición, las costumbres religiosas, los patrones de empleo e incentivos y las estructuras institucionales).
Gran parte de la disparidad tiene relación, entonces, con el lento cambio dentro de las prácticas educativas, ante los cambios más rápidos del entorno.
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